LA EDUCACIÓN SEGÚN JOHN DEWEY. Maite Larrauri- Max

29.05.2015 09:02

John Dewey se convirtió, según sus propias palabras, en un maniático de la educación. Fue uno de tantos niños que se aburrió en la escuela y quiso evitar que sus hijos sufrieran ese tedio intelectual, de ahí que fuera el primero en plantear la necesidad de una reforma en la educación desde la filosofía. Tàndem recoge en este libro ilustrado por Max una serie de fallos estructurales del sistema educativo enunciados por el filósofo. Para empezar, al proclamar el silencio como una de sus principales virtudes, la escuela tradicional demuestra su carácter antisocial. Es además una escuela eminentemente teórica y dogmática que ofrece una verdad inmutable impidiendo que los alumnos la descubran por si mismos con espíritu indagador. El pensamiento se puede y se debe educar mediante el planteamiento de problemas, no a través del adoctrinamiento. Es más, no existe un método para pensar, sino que pensar es el método. Dewey defenderá que las escuelas tienen que crear un ambiente, porque es el ambiente el que educa. Repitió hasta la saciedad que la educación no es una preparación para la vida, sino que es la vida misma. Su propuesta educativa puede resumirse en dos ideas: que la educación tiene que ser activa, basada en la práctica y la experiencia; y que como la experiencia humana nos plantea problemas que deben ser resueltos, educar debe consistir en enseñar a pensar. Ideas bonitas, demasiado utópicas quizá, pero refrescantes e inspiradoras en este mundo de Logses, Loes y Bolonias.